Un experimento con ratones ha permitido a investigadores de las Universidades de Nueva York y Duke describir el mecanismo que puede jugar un papel clave en el desarrollo del lenguaje en humanos

Un experimento con ratones ha permitido a investigadores de las Universidades de Nueva York y Duke describir el mecanismo que puede jugar un papel clave en el desarrollo del lenguaje en humanos

Científicos estadounidenses han identificado un "filtro" cerebral que cancela los sonidos que provoca nuestro movimiento, como los propios pasos, y permite centrar la atención en los ruidos del ambiente, según un estudio que publica la revista Nature.

"La capacidad de ignorar los propios pasos requiere que el cerebro almacene y recupere ciertos recuerdos y ejecute algunos cálculos bastante espectaculares", afirmó David Schneider, uno de los autores principales del trabajo, en un comunicado de la Universidad de Nueva York.

A partir de esa idea, han logrado esclarecer el engranaje neural que reconoce, analiza y almacena el sonido de nuestros propios movimientos en relación con el resto de ruidos del entorno.

El equipo de Schneider construyó un "sistema de realidad virtual acústica" con el que se puede controlar el sonido que producen ratones al moverse sobre cintas de correr y monitorizar, al mismo tiempo, la actividad cerebral de los animales.

Al analizar los datos del experimento, descubrieron que el cerebro de los roedores posee un mecanismo "flexible" que les permite dejar de escuchar el sonido de sus pasos y concentrarse en otros sonidos más importantes para su supervivencia.

"Para un ratón, esto es realmente importante. Son animales de presa, así que necesitan poder oír a un gato que se aproxima hacia ellos, incluso cuando se están moviendo y producen ruido", indicó Schneider.

El "filtro sensorial" que se ha identificado no solo es importante para los ratones, sino que es un constituyente esencial del mecanismo que permite a los humanos reconocer los sonidos que hacemos cuando estamos aprendiendo a hablar o a tocar un instrumento musical, describió Schneider.

“Cuando aprendemos a hablar o a tocar música, predecimos los sonidos que vamos a oír. Por ejemplo, anticipamos el sonido que escucharemos al presionar las teclas de un piano y después lo comparamos con el que en realidad oímos”, explicó el autor del estudio.

"Utilizamos las diferencias entre nuestras expectativas y la experiencia para cambiar el modo en el que tocamos. Con el tiempo, mejoramos gracias a que el cerebro tiende a minimizar esos errores", concluyó el investigador.

Con información de EFE

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