Dos familiares británico-isralíes de rehenes de Hamas (EFE)
Dos familiares británico-isralíes de rehenes de Hamas (EFE) (Guillermo Garrido/)

Israel es un país pequeño. Todos mis conocidos conocen a alguien que murió o se vio afectado por los atroces acontecimientos de la semana pasada. En mi caso, se trata de un amigo de la familia que pertenece a nuestra sinagoga, Hersh Goldberg-Polin, con doble nacionalidad estadounidense e israelí, que estaba en el festival de música al aire libre emboscado por Hamas. Cientos de personas fueron asesinadas en el festival; algunas fueron tomadas como rehenes. Lo más probable es que Hersh fuera una de ellas.

Durante los ataques del fin de semana pasado, se calcula que 150 israelíes fueron secuestrados y son rehenes en Gaza, mientras Israel se prepara para iniciar la invasión terrestre del enclave. Hombres, mujeres, jóvenes y ancianos, niños y adultos. Muchos están heridos. No sabemos si están recibiendo tratamiento médico. Cada hora que pasa agrava su situación.

En Israel, la búsqueda de la liberación de los cautivos ha sido uno de los principios fundamentales a lo largo de la historia. En el pasado, Israel ha hecho todo lo posible, tanto en el ámbito militar como en el diplomático, para conseguir la liberación de sus ciudadanos. En 2011, liberó a más de 1000 prisioneros a cambio de Gilad Shalit, un soldado secuestrado en 2006 por Hamas. En 2004, Israel liberó a casi 450 presos para conseguir la liberación de un ciudadano israelí, Elhanan Tennenbaum, así como los cadáveres de tres soldados presuntamente muertos en combate, todos ellos en poder de Hizbulá. Hay muchos otros ejemplos, porque la idea de sacrificarlo todo para recuperar lo capturado es mucho más antigua que el Estado de Israel. Se encuentra en los textos de nuestra tradición judía.

Nuestros sabios consideraban que garantizar la libertad de los prisioneros judíos era un gran mandamiento. La Amidá, la oración central que los judíos observantes recitan tres veces al día, habla de la compasión de Dios, alguien que “cura a los enfermos y libera a los cautivos”. Nuestros sabios enseñan que debemos seguir los pasos de Dios y actuar conforme a sus atributos.

La importancia de liberar a los prisioneros se basa en un entendimiento muy concreto de lo que significa ser prisionero: el sabio del siglo III, el rabino Yohanan, dijo que la espada es peor que la muerte, el hambre es peor que la espada y ser prisionero es peor que todo, ya que encierra todo esto en sí mismo, una enseñanza repetida en el Talmud de Babilonia. Basándose en esto, el gran jurista del siglo XII Maimónides escribió en su códice que rescatar prisioneros tiene un valor moral y ético aún mayor que alimentar a los pobres, ya que el prisionero es pobre y está encadenado. Y un venerado erudito del siglo XVI, el rabino Joseph Caro, conocido como el codificador de la ley judía, escribió que quien retrasa el rescate del prisionero es lo mismo que un asesino.

Claro está que nuestros sabios eran conscientes de que el rescate de prisioneros también puede conllevar otros peligros. Si una comunidad se apresura a pagar el rescate, corre el riesgo de incentivar a los secuestradores. Por lo tanto, hay que calcular los peligros de pagar en exceso. Pero esta estipulación no niega el ethos, solo lo pone en contexto.

Sin embargo, el código moral no está a discusión. Generaciones de judíos fueron educados en el concepto de que los cautivos deben ser nuestra principal preocupación. Para mí, esta tradición significa la belleza de la responsabilidad comunitaria. Refuerza la obligación, común también a otras naciones, religiones y tradiciones éticas, de preocuparse profundamente por el prójimo. Sin ella, nuestra solidaridad comunitaria se pierde.

Estos últimos días han sido muy dolorosos para los israelíes y han evocado imágenes terribles de nuestro pasado. Aunque no creo en absoluto que Israel sufra una amenaza existencial, los atentados ponen de relieve nuestra vulnerabilidad y demuestran que el poder siempre es temporal en todos los casos.

El dolor y sufrimiento innegables de nuestras pérdidas deben obligarnos a materializar el bello mandamiento de preocuparnos primero por aquellos de nuestra comunidad que están cautivos. Si no luchamos por su liberación, ¿qué solidaridad quedará en nuestra comunidad? Si ponemos la responsabilidad comunitaria en segundo lugar y nuestra rabia, por justificada que esté, en primero, ¿cómo seguiremos educando a nuestros hijos en nuestras tradiciones de cuidado? ¿Cómo les mostraremos lo que debe ser una comunidad?

En este momento, se hace necesario hacer un llamado por el cuidado comunitario, tanto en Israel como en el resto del mundo; en especial, un llamado para volver a nuestra tradición de ser solidarios y dar prioridad en nuestra agenda nacional a la liberación de todos los presos.

El enorme número de prisioneros significa que el precio de su rescate será alto. Dada la gravedad del ataque, Israel no querrá permitir que la liberación de los prisioneros se vea como una victoria de Hamas.

Además, a los israelíes los invade un sentimiento de ira y dolor. Muchos, incluidos altos mandos políticos y militares, piden venganza, a expensas de quienes están en cautiverio. También se habla de la invasión por tierra, antes de que se negocie la liberación de los rehenes, lo cual sin duda los pondrá aún más en peligro. No hay consenso entre los líderes israelíes sobre cómo proceder. Como país, y como tradición ética, estamos ante una encrucijada.

Pero no podemos permitir que la ética judía fundacional de responsabilidad comunitaria se vea amenazada por los vientos políticos, ni por quienes consideran que el deseo de venganza es igual a la búsqueda de la libertad de nuestros cautivos.

Son días terribles. Pero estos días terminarán y vendrán otros mejores, esperemos que pronto. La cuestión es qué tipo de comunidad tendremos cuando esto termine. Esperemos que sea una que recuerde sus mejores tradiciones de atención y solidaridad, una comunidad que tenga en su seno a los prisioneros liberados —hombres, mujeres y niños— sanos y salvos en casa de nuevo. Que así sea.

© The New York Times 2023

Mikhael Manekin es un activista israelí contra la ocupación y líder de Izquierda Fiel, un movimiento religioso de judíos comprometidos con la igualdad y la paz.

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