Verstappen durante el GP de Italia (REUTERS).
Verstappen durante el GP de Italia (REUTERS). (CLAUDIA GRECO/)

Verstappen es invencible. Nada ni nadie puede con el neerlandés que se siente superior al resto de pilotos y lo demuestra cada fin de semana. En Monza tenía varias minas en su contra. No partía desde la pole, su principal rival por la victoria tenía buen ritmo de carrera y contaba con la animadversión de los tifosi, entregados a Carlos Sainz. Pese a ello, logró esquivar todas las bombas y apuntarse su décima victoria consecutiva con tintes históricos. Supera el récord de Sebastian Vettel y se convierte en el piloto con más triunfos seguidos en la historia de la Fórmula 1. Y aún restan ocho carreras para que amplíe su marca.

Sainz no pudo evitar que la Verstappen acudiera a su cita con la historia. Lo intentó. Realizó una buena salida y aguantó los primeros metros por delante del neerlandés. Salvó la primera papeleta ante la agresividad del de Red Bull que no se despegó de su alerón trasero y fue un martillo pilón. Es complicado y poco recomendable estar detrás de un monoplaza vuelta tras vuelta recibiendo aire sucio y degradando los neumáticos. Pero Verstappen no entiende de estrategias. Había perdido la primera posición y su orgullo estaba tocado. Necesitaba recuperar el primer puesto. No por ampliar su ventaja en el Mundial de pilotos, no porque peligre su tercer campeonato consecutivo, sino porque su amor propio se lo exigía.

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A Sainz poco le importaba aquello. Tapaba el interior en cada una de las 14 veces que se mostró Verstappen al final de la recta principal. Resistía y llevaba la incertidumbre al box de Red Bull. “Es muy rápido”, le decían al holandés por radio que en la velocidad y sólida defensa del español, encontró su solución, El Ferrari comenzó a degradar sus neumáticos traseros y Verstappen, un cazador nato, se hizo con su presa. Le costó, seguramente fue el duelo más difícil que ha tenido que librar esta temporada, pero al igual que en las últimas nueve carreras, salió victorioso.

Mismo premio, ante idéntico rival, se llevó Checo Pérez. El mexicano dio caza a Carlos Sainz, pero al igual que le sucedió a Verstappen, tuvo que sudar sangre para arrebatarle la segunda posición. Se enseñaba en cada frenada, pero el español tapaba cada interior hasta que el coche dijo basta y no pudo retener el segundo puesto. Sus neumáticos sufrieron una fuerte degradación que permitió a Leclerc, su compañero de equipo, pegarse a él durante las últimas partes de la carrera. La distancia se redujo hasta tal punto que ambos cochos parecían uno.

El monegasco fue tan agresivo o más que lo fueron Verstappen y Pérez. Sainz, al verse atacado por un piloto que no actuaba como si fuese compañero de equipo, se defendía como tal. Obligando a Leclerc a realizar trazadas diferentes y, en ocasiones, tener que irse fuera de la pista para evitar una colisión. Ferrari no se pronunció, dejó a sus dos pilotos luchando y poniendo el peligro el podio. Libertad que, cuando Sainz ha estado detrás de Leclerc en otros grandes premios, no era así.

Alonso llegó hasta donde pudo

En la parte media de la parrilla, las vueltas se sucedían sin mayores acontecimientos. La ausencia de ritmo impedía a Fernando poder plantar cara a sus rivales. Fue a la guerra con pistolas de plástico.

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