Foto de archivo - El presidente del banco central de Argentina (BCRA), Miguel Pesce, durante una conferencia de prensa en Buenos Aires. Jul 11, 2022. REUTERS/Agustin Marcarian
Foto de archivo – El presidente del banco central de Argentina (BCRA), Miguel Pesce, durante una conferencia de prensa en Buenos Aires. Jul 11, 2022. REUTERS/Agustin Marcarian (AGUSTIN MARCARIAN/)

Tras más de dos meses de mantener la evolución del tipo de cambio por debajo de la tasa de inflación, el Banco Central reaccionó finalmente la semana pasada y empezó a apurar el paso. La entidad monetaria habia desacelerado desde enero el ritmo de suba del dólar oficial, a partir de que en el último bimestre del año pasado la inflación promedió 5% mensual. Con ese dato, durante los primeros meses del año, el Central redujo de 6,5% mensual a 5,5% la tasa de depreciación, a pesar de que la inflación se recalentó en el mismo período.

Así, el tipo de cambio oficial profundizó su atraso respecto del resto de los precios de la economía. Sin embargo, ante la nueva suba de la inflación que se pronostica para este mes, incluso en despachos oficiales, con un IPC que rondaría 7%, y sobre todo, ante la sangría de reservas que significa el mínimo nivel de ingreso de divisas, el titular del Banco Central, Miguel Pesce, decidió imprimir al dólar un ajuste más veloz desde la semana pasada: ahora sube a un ritmo de 6,5%, lo que se presume todavía por debajo de la inflación pero con un desvío sustancialmente menor.

“El BCRA acumula ventas de divisas por USD 1.561 M en el mes, un promedio de USD 87 millones por día. El ritmo de devaluación del dólar oficial comenzó a acelerarse esta última semana a un 6,3% mensual promedio, cuando había arrancado el mes al 5,5% mensual”, destacó ayer Aurum Valores.

Devaluación oficial
Devaluación oficial
Aurum

Contrastes

Esa variación contrasta con la firme vocación de prácticamente “congelar” las cotizaciones financieras del dólar, aunque el resultado es similar y no resuelve el dilema que enfrenta el equipo económico, similar al que dirime cada vez que el directorio del Central debe adoptar una decisión respecto de la suba de la tasa de interés. En términos sencillos, devaluar más rápido el dólar oficial al tiempo que se contienen las cotizaciones financieras contribuye a achicar la brecha cambiaria. Sin embargo, el impacto en la inflación es mayor si se asume que todavía el 60% de los precios de la economía -particularmente de alimentos- se rigen por el valor del dólar oficial. Es precisamente ese correlato lo que hace entrar en contradicción la política cambiaria con aquel sendero de inflación a la baja que hacia fines de 2022 intentó instalar el ministro de Economía, Sergio Massa, con el lanzamiento de Precios Justos.

El acuerdo de precios, cada vez más extendido a distintos rubros de la economía, prevé un tope de incrementos inferior al 4% mensual, objetivo difícil de alcanzar en un contexto en que todas las variables de la economía, desde el dólar oficial hasta las tarifas y los salarios registrados corren muy por encima de esa pauta. “Incluso con Precios Justos abarcando ya a 15 sectores de la economía y con una pauta para el primer bimestre del 4% mensual, más de la mitad de los rubros mostraron subas superiores al 6% mensual. Aún más, con una diferencia de seis puntos entre los rubros que presentaron mayores y menores alzas, se amplifican los desequilibrios de precios relativos, lo que hace cada vez más difícil el éxito de programas de este tipo”, advirtió el último informe de la Fundación Capital, con foco en una distorsión que la mayor devaluación no sólo no resuelve sino que profundiza.

“En este contexto, la reedición de Precios Justos luce como una gota en el océano. Además, los anclas de precios usados en otros años se dificultan en el marco actual, con amplias diferencias de precios relativos ya acumuladas”, agregó la consultora. Paradójicamente, acelerar el ritmo de devaluación del dólar oficial conspira contra la efectividad del programa de control de precios, aumentando las distorsiones entre los precios relativos, es decir, la brecha de precios entre los productos alcanzados por el acuerdo y aquellos que no, lo que depende además del canal de comercialización. Al mismo tiempo, sin embargo, mantener el dólar oficial planchado también distorsiona los precios relativos ya que fomenta una mayor brecha cambiaria, con mayor presión sobre aquellos precios que, ante la escasez de divisas para importar, comienzan a regirse por las cotizaciones financieras de la divisa.

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