Un cartel de Wall Street fuera de la Bolsa de Nueva York, en Manhattan (REUTERS/Mike Segar/Archivo)
Un cartel de Wall Street fuera de la Bolsa de Nueva York, en Manhattan (REUTERS/Mike Segar/Archivo) (MIKE SEGAR/)

Una importante corriente vendedora afectó las cotizaciones de títulos públicos y acciones desde los máximos post PASO que habían alcanzado a fines de agosto. El descenso reflejó algo que va más allá de una razonable toma de ganancias. En realidad, refleja las dudas que emergen entre los inversores respecto a los grandes riesgos que enfrenta la economía argentina, que no solo pasan por la elevada incertidumbre electoral.

Desde el pico alcanzado el 29 de agosto, el índice Merval acumula una caída del 20%, aunque el dólar “contado con liquidación” también cayó pero mucho menos en el mismo plazo: 7 por ciento. Los ADR de acciones argentinas que cotizan en Wall Street cayeron entre 10% y 15% en el mismo período.

Este proceso de ventas (o “sell off”, como lo denominan en la jerga financiera) también impactó en los bonos argentinos, con el consiguiente aumento del riesgo país que volvió a niveles de 2.100 puntos. Títulos como Bonar 2030 en dólares todavía se sostiene por arriba de los USD 30, pero si no se revierte rápido este clima más pesimista no sería raro que perfore esos niveles.

Javier Milei (REUTERS/Agustin Marcarian)
Javier Milei (REUTERS/Agustin Marcarian) (AGUSTIN MARCARIAN/)

Con este contexto, un grupo de analistas y brokers de Nueva York ya mantienen una serie de reuniones con Darío Epstein y Juan Nápoli, emisarios de Javier Milei en lo que será una primera aproximación en serio a Wall Street. Para los inversores del exterior, el libertario sigue siendo un gran enigma, no ven con buenos ojos el proyecto de dolarización y temen que si gana se quede rápidamente sin espaldas para garantizar la gobernabilidad casi sin legisladores y sin ningún gobernador propio. Su gran activo, a los ojos de los mercados, es su prédica en contra de los gastos de la política y la idea de ir rápidamente a un equilibrio fiscal.

Las proyecciones sobre cómo seguirá la economía argentina no son precisamente tranquilizadoras y eso empieza a impactar en los precios de los activos. La calificadora Moodys, por ejemplo, estimó que el PBI caerá 2,5% el año que viene, mientras que la inflación podría ubicarse en el 275 por ciento. Obviamente, este pronóstico asume que la inflación permanecerá en niveles de dos dígitos mensuales, una tendencia que se inauguró en agosto tras la devaluación.

Para los inversores del exterior, el libertario sigue siendo un gran enigma, no ven con buenos ojos el proyecto de dolarización

Pero también crece la inquietud por lo que podría pasar en estas semanas previas a las elecciones presidenciales e incluso en la transición hasta el 10 de diciembre. Las recientes medidas que puso en marcha Sergio Massa no aportan tranquilidad. Tendrán impacto en el gasto y aumentará el déficit fiscal, lo que significa mayor emisión monetaria.

Por este motivo pero también por la habitual cobertura preelectoral, se espera una fuerte presión sobre los distintos tipos de cambio a partir de octubre, en las semanas previa a las elecciones presidenciales. Este proceso se vivió ya en las PASO, cuando el tipo de cambio saltó de 500 a 600 pesos en un par de semanas.

Nada hace pensar que en esta oportunidad no vaya a suceder lo mismo. Es más, la lógica es que se viva el mismo proceso pero recargado, obligando al Banco Central a aumentar los niveles de intervención en el mercado cambiario. Además, la decisión de mantener el dólar oficial congelado a $350 también se percibe de corta vida, que no llegará más allá de fin de octubre.

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La sociedad de Bolsa IEB planteó en su último informe semanal a clientes que el escenario más probable es el de una nueva suba de tasas, que podría ser de entre 10 y 15 puntos. Con el dato de agosto, la inflación acumulada en los últimos doce meses ya estaría en cerca de 127%, muy por encima 118% nominal anual de tasa de plazo fijo.

El riesgo es que en la medida que siguen aumentando las tasas crece el déficit cuasifiscal del Central, que según las estimaciones de Ramiro Castiñeira ya se ubica por encima de 9% del PBI, casi el doble del nivel de fines de la década de 1980, antes de la hiperinflación.

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