Lomos de burro
Lomos de burro. Algunos son suaves y están bien señalizados, pero otros son un verdadero peligro que nadie controla

En junio de 2021, la Organización Mundial de la Salud lanzó una recomendación para que en las ciudades se reduzca de 40 a 30 km/h la velocidad máxima. Según el estudio que acompañaba la propuesta, a esa velocidad, sólo 1 de cada 10 peatones atropellados tienen posibilidades de sufrir heridas graves o mortales, mientras que a 40 km/h, esa relación se invierte y el riesgo de lesiones graves pasa a ser de 7 de cada 10 peatones involucrados en accidentes viales.

Haga el ejercicio usted mismo. Recorra su barrio circulando a 30 y luego repita el mismo trayecto a 40 km/h. Aunque parezca mínima, la diferencia es muy grande, y una reducción del 25% de la velocidad en el tránsito urbano cambia completamente el escenario.

Pero en Argentina, aunque muchos municipios lo han adoptado e incluso la propia Agencia Nacional de Seguridad Vial lo propuso como regla en 2021, en el marco de la Semana Mundial de las Naciones Unidas por la Seguridad Vial, el problema somos los automovilistas que no respetamos las normas.

Lomos de burro
La reducción de la velocidad máxima de 40 a 30 km/h es un gran avance para reducir las heridas graves en accidentes urbanos, y se esta adoptando en todo el mundo

Y aunque se han multiplicado las cámaras con sensor de velocidad que puedan emitir infracciones, y el costo de éstas sea cada vez más elevado, algo sigue fallando, porque la verdadera solución que han encontrado los gobiernos comunales, han sido los lomos de burro y reductores de velocidad.

“Cada lomo de burro que está puesto sobre la vía pública es un cachetazo a nuestra cultura”, dice el experto Fabián Pons, fundador de OVILAM, el Observatorio Vial Latinoamericano. “Poner un lomo de burro o un reductor de velocidad y decirnos que no tenemos educación para poder manejar como corresponde en el tránsito sin que nos tengan que poner un obstáculo, nos marca como sociedad”, recalca.

Cuando en febrero de 2020, el deportista olímpico Brian Toledo murió como consecuencia de las heridas causadas por haber sido despedido de su motocicleta al encontrarse repentinamente con un lomo de burro sin marcación, que había construido la Municipalidad de Marcos Paz en la zona urbana de su jurisdicción, una situación que es conocida por todos volvió a queda expuesta. Los lomos de burro no están contemplados en la Ley Nacional de Tránsito Nro 24.4490, pero eso aplica a rutas nacionales únicamente.

Lomos de burro
No existe una normalización de los lomos de burro porque no están contemplados por la Ley Nacional de Tránsito. Los construyen provincias y municipios de acuerdo a sus propias ideas

“Cuando hay accidentes causados por lomos de burro, algo que suele ocurrir frecuentemente con los motociclistas, los jueces que intervienen cuando la gravedad del hecho lo requiere, suelen consultar a la Dirección Nacional de Vialidad Nacional al respecto. Y la respuesta del ente es siempre la misma, los lomos de burro no se pueden construir porque son obstrucciones a la libre circulación de los vehículos”, explica Pons ante la consulta de Infobae.

“Pero como este es un país federal, cuando se está en jurisdicciones provinciales o municipales, el poder del control de tránsito les corresponde a ellos, y el diseño de los lomos de burro no es auditado por nadie. Hay un caso curioso en la provincia de Córdoba, que tiene hecho un diseño de un lomo de burro de determinadas medidas, creo que son 8 centímetros de altura, y que tiene que permitir que un vehículo pase suavemente. No obstante, hay municipios de la provincia que tienen distintos diseños y tamaños, y los pueden hacer por esa misma independencia que se mencionó anteriormente”, completa el experto.

Normas de tránsito
Fabián Pons dice que cada lomo de burro es un cachetazo a nuestra cultura vial

Así es como los lomos de burro tienen distintas formas y extensiones de acuerdo a la jurisdicción en la que se encuentran. Hay lomos altos con una pendiente pronunciada en pocos centímetros, contra la que golpea la rueda de los vehículos y además son muy cortos, mientras que hay otros con subidas más suaves y con un ancho mayor que permite que los automóviles queden completamente sobre esa elevación antes de bajar.

También están los lomos de burro de plástico. Algunos son suaves pero otros son una elevación repentina, como un escalón, que golpea la suspensión de un auto violentamente. Y después están los reductores conocidos como “tortugas” por su forma, que están abulonados individualmente al asfalto y dispuestos en diagonal para que no puedan ser evitados con alguna maniobra de los conductores.

“El problema mayor lo tienen los vehículos más inestables como una bicicleta, una moto o un monopatín, algunos son verdaderamente un peligro”, retoma Pons. “Pero el problema está en el origen de estos reductores de velocidad. Se colocan para que se respeten las frenadas en las esquinas, para que no se excedan las velocidades máximas a mitad de cuadra, o en zonas de escuelas. Por eso decimos que es un cachetazo a nuestra cultura”, finaliza.

Lomos de burro
Las "tortugas" plásticas son una alternativa a los lomos de burro, pero causan el mismo daño a las suspenciones de los autos si no se los pasa a baja velocidad

Se ha naturalizado tanto la existencia de estos reductores que ya existe una técnica para pasarlos de mejor modo, y de paso para reducir o evitar posibles daños a partes de suspensión y que la dirección de los autos no sufra. Ese podría decirse que es un segundo cachetazo a la cultura vial nacional. De hecho, hay quienes sostienen que los lomos de burro son como los serruchos de un camino con ripio, si los pasas despacio es peor que si pasas más rápido. “Eso es una locura y una verdadera demostración de lo cambiados que están los valores. Es inaceptable para el siglo XXI”, dice Pons.

Mientras en otros países con una educación vial mucho más completa y un respeto total por las normas es suficiente con una señal de PARE/STOP para que cada automovilista se detenga al llegar a una esquina o cruce peligroso, en Argentina intentamos burlar esas barreras, no sólo en el formato de un cartel o señal de tránsito, sino tratando de pasar con una rueda por el borde del lomo de burro, donde debe haber un espacio sin el reductor de velocidad para que corra el agua en días de lluvia, o incluso dañar esos elementos, para poder pasar sin tener que frenar tanto.

Lomos de burro
Otra escena habitual. Los vecinos rompen dos segmentos de un lomo de burro plástico y después liman los bulones para no romper los neumáticos

Se trata de un comportamiento, de una forma de ser y hacer, o como dijo Pons, de una cultura vial que definitivamente no tememos adquirida. Hay una necesidad de formar mejores conductores y de hacer que se cumplan las normas de tránsito, pero eso no quita la intransferible responsabilidad individual que tenemos como ciudadanos.

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