Los jugadores del Real Madrid celebran el tercer gol anotado ante el Celta (REUTERS).
Los jugadores del Real Madrid celebran el tercer gol anotado ante el Celta (REUTERS). (Ana Beltran/)

Servicios mínimos, pero eficientes en el Santiago Bernabéu. El Real Madrid se mantiene en lo alto de LaLiga y mantiene intacta su distancia de seguridad con Girona y Barcelona tras los goles de Vinicius -ángel y diablo-, dos autogoles vigueses y el broche de Arda Güler. Mención especial debe tener en estas líneas Antonio Rüdiger. No aparece en la lista de goleadores, pero suyo fueron los dos primeros descorchados. Provocó el primero, anotado por Vini tras la parada de Guaita a su cabezazo, y el segundo, que se metió en propia el portero olívico tras otro remate del alemán. El Celta fue lo que la clasificación dice, un ramillete de apuros e imprecisiones.

Aplicando los servicios mínimos, el Madrid mantuvo la calidad de su liderato con un tanto de Vinicius, ángel y diablo, otro de Güler, y dos autogoles del Celta. El brasileño marcó por tercer partido consecutivo y sufrió otro episodio de enajenación mental transitoria que pudo costarle la expulsión por un empujón reflejo a Mingueza. Es un jugador tan temido en el vestuario ajeno como en el propio, pero en cualquier caso, con sus luces y sus sombras, no hay nadie más determinante en la Liga. El Madrid jugó medio partido y con eso le bastó. Al público, que venía de poner una reclamación en el partido ante el Leipzig, no tanto. El Celta fue lo que dice la tabla, un manojo de apuros.

Las Ligas se ganan por tierra, mar y aire. Así de constante hay que ser para levantar el título. Y el Real Madrid consiguió este domingo mantener su ventaja de siete puntos con el Girona y de ocho con el Barça a base de saltos y vuelos. Especialmente los de Rüdiger, que provocó el primero, anotado por Vinicius tras la parada de Guaita al cabezazo del alemán, y el segundo, que se metió en propia el portero tras otro remate del central. El tercero, de Carlos Domínguez en propia, y el cuarto, del joven Güler, sentenciaron a un Celta con muchos problemas.

Después de cuajar uno de los peores partidos de la temporada en el agónico empate contra el Leipzig, Carlo Ancelotti metió aire fresco en su once inicial ante un Celta necesitado. El italiano sentó a Carvajal, Kroos y Tchouaméni, además de asumir la ausencia por sanción de Bellingham, e introdujo a Lucas, Modric, Brahim y Rodrygo, suplentes todos en Champions.

Las sensaciones fueron muy diferentes, aunque el rival también lo era. Los gallegos aterrizaron en el Bernabéu con el aliento del Cádiz y de los puestos de descenso sobre su espalda, a dos puntos, y mucho tendrán que mejorar para no pasar apuros en lo que queda de curso. En la primera parte, el Madrid quiso responder a los pitos continentales de su afición. Al descanso, 70% de posesión, 12 remates, 8 a puerta, 9 córners… Y un tanto, el de Vinicius, que se quedó corto para lo visto sobre el césped.

Los blancos se encontraron un partido conocido en Chamartín. Un rival con cinco atrás en defensa, que intentaba achicar todos los espacios y que quería correr a la contra. Ante eso, la entrada de Brahim y Modric, hábiles en el uno contra uno e inteligentes al espacio, alivió los problemas que el Madrid se podría encontrar contra una clásica defensa de balonmano. Ancelotti cargó más el ataque hacia la zona derecha, con Lucas, Valverde y Rodrygo apoyando al croata y al andaluz, y encontró ocasiones y resultados.

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