El presidente electo, Javier Milei
El presidente electo, Javier Milei

En el libro Puede Fallar recorrimos 40 años de comunicación económica y nos llevamos algunas lecciones que ayudan a pensar lo que viene. No solo hay que pegarle con la receta económica, habrá que tener un plan muy certero para convencer a los agentes de la solidez y viabilidad del plan. Desde el FMI a Doña Rosa, desde la PyME al gran industrial. El nuevo gobierno se propone un cambio profundo en el funcionamiento de la economía y la capacidad de comunicación será una variable central. En especial cuando no hay plata.

  • Sin promesa, no hay chance de conducir el proceso económico. El Grinspun de la primavera alfonsinista y el Guzmán del otoño albertista intentaron barrenar sus respectivas crisis apostando a soluciones del exterior y sin terminar de dibujar una promesa económica para la sociedad. Nunca quedó claro cuál era el horizonte de llegada. La gestión que viene avisó que el gran objetivo es el “equilibrio fiscal”, dos palabras que conmueven a los economistas de todos los colores pero que difícilmente movilicen voluntades cuando llegue la mala. Se va a necesitar algo más, para bancarse el tránsito por el desierto. La tierra prometida tiene que verse muy fértil para que valga la pena.
  • La promesa debe ser equilibrada. Si es módica, no moviliza. Si es demasiado ambiciosa, se te vuelve en contra enseguida. Alfonsín prometió que “con la democracia se come, se educa y se cura” y Menem el inminente ingreso al Primer Mundo. Fueron consignas que hacían una buena lectura de época y despertaban pasiones, pero que en términos económicos resultaron excesivas. Una trampa. Calibrar expectativas será más importante que nunca: el gobierno de Milei arranca con mínimos resortes institucionales, a priori sin respaldo mayoritario ni en el Congreso ni en las provincias. Su principal activo es el apoyo en opinión pública, por definición volátil. Necesita fijar retos realizables paso a paso para alimentar una esperanza sin forma. Más Mostaza Merlo que Caruso Lombardi.
  • En la crisis, comunicá antes siempre. Después de la hiper del ´89 y del crack de 2001 estamos quizás en la tercera crisis económica más compleja de la democracia. Un ranking de desgracias que deja aprendizajes: en la tormenta, el capitán tiene que gritar más alto y antes que nadie. Esto es aún más urgente en tiempos de whatsapp, las versiones corren en minutos y todos (todos) intentan leer la jugada siguiente para cubrirse o sacar ventaja. El equipo económico tendrá que sorprender en la diaria y, al mismo tiempo, ser muy coherente en el rumbo.

El Grinspun de la primavera alfonsinista y el Guzmán del otoño albertista intentaron barrenar sus respectivas crisis apostando a soluciones del exterior y sin terminar de dibujar una promesa económica para la sociedad

  • Si no hay mayoría estable en el Congreso que banque lo que estás haciendo, sos boleta. No importa la sofisticación de tu respuesta técnica. Esta lección no es nuestra. Con esa crudeza nos la transmitió un ministro de economía que debió enfrentar una crisis durísima en minoría. A veces, parece que el equipo de LLA entendió esta urgencia de construir una nueva mayoría aunque el costo sea alto.
  • Ante una crisis, recuperá la iniciativa cambiando toda la comunicación: tono, tema, voces. Cuanto más sorprendas, más tiempo ganás. Lo hizo Menem en los dos años que le llevó encauzar la crisis, lo hizo Kirchner al suceder a Duhalde. La agenda se pobló de nuevas discusiones, algunas centrales al nuevo rumbo y otras totalmente accesorias pero que contribuían a mantener encendida a la opinión pública. Vimos a Menem “arrastrar la marca” bailando en la TV que se volvía noventosa; vimos a Kirchner teatralizar la condena a los represores. La crisis puede “sentirse” superada aún cuando sus consecuencias todavía duelen. Milei sabe de gestos y escenarios, el cambio de época tendrá que encontrar nuevas voces.
  • Los primeros 100 días pueden durar un año y medio, todo depende de la capacidad de mantener la iniciativa. La opinión pública aceleró sus cambios de humor en los últimos años. Las olas de confianza – desconfianza duran semanas, a diferencia de lo que ocurría en tiempos donde el debate era en la radio y la TV. Sin embargo, la nueva administración tendrá herramientas para dirigir la conversación y ganar tiempo. Parte de un voto inédito: prometió ajuste en campaña, sabe que hará ajuste en gobierno.
  • Si hay que operar para salvar al paciente, no hay maquillaje que alcance. En los ´90 se propuso “cirugía mayor sin anestesia”, aunque la anestesia llevara más de un siglo de sano funcionamiento. ¿Por qué no usarla? Porque había que transmitir la gravedad del paciente. Los pasivos con los que arranca el equipo de Milei conforman una de las peores herencias. Todas las magias financieras ya fueron perpetradas. El presidente electo avisó que el único autorizado a gastar más de la cuenta era el ministerio de Capital Humano, algo así como el anestesista siglo XXI.

La crisis puede “sentirse” superada aún cuando sus consecuencias todavía duelen. Milei sabe de gestos y escenarios, el cambio de época tendrá que encontrar nuevas voces

  • Si no hay ni pollo ni pasta, hay que proponer una elección entre agua fría o agua caliente. Siempre ofrecer alternativas. En 2002, los ahorristas atrapados en el corralito querían una sola cosa: dólares. La gestión de Lavagna se ocupó de multiplicar opciones como bonos; pesos; un cero kilómetro… pero nada de dólares. Y en todas las alternativas estaba la palabra “voluntario”, parecía que la gente podía elegir. Así, el debate era si convenía tal o cual bono o bien esperar a una mejor alternativa, pero de a poco se despejó la demanda por los inexistentes billetes verdes. Hoy no hay ahorristas estafados, pero hay ciudadanos que arrastran una década de pérdidas de poder adquisitivo. Volar el cepo el primer día no es opción. Pero bajo la consigna de libertad, las alternativas para los actores económicos tienen que multiplicarse en el corto plazo.
  • Comunicación interna primero: tenés que convencer a los propios y tener alineada a la tropa porque después es tarde. Desde la 125 de Lousteau a las presiones que recibía Sourrouille para actualizar salarios públicos por encima de las pautas que daban sentido al Plan Austral, se multiplican los ejemplos donde los primeros enemigos de un plan económico están en la propia tropa. Aquí, el reto de LLA es enorme. Es una coalición nueva que está terminando de armarse en el gobierno. ¿A cuál interna hay que convencer? Con la velocidad de los chats, alguien debe hacer pedagogía (bajar línea) hacia adentro. No hay lugar para el anarcolibertarianismo en esto.
  • Lo que te funcionó en la campaña casi seguro no camina en el gobierno. A partir de Clinton se instaló el concepto de “campaña permanente” como guía para los gobiernos. En el poder, ya no es posible desatender el vínculo directo con la ciudadanía. La elección otorga legalidad para el cargo, pero solo el apoyo ciudadano brinda legitimidad para conducir. Sin embargo, Milei ya dio señales de que seguirá en campaña… pero no con lo mismo. Y no es solo calibrar expectativas: hay conflictos mucho más complejos, el tiempo juega un papel central y las decisiones cruciales deberán ser explicadas con otro tono.

El ex presidente de Brasil Fernando Henrique Cardoso sentenció que “gobernar es explicar”. Milei construyó gran parte de su capital político dando clases televisivas de teoría económica, un ejercicio antirating que midió muy bien. Encontró una sociedad no solo enojada, también sedienta de explicaciones para su frustración y con ganas de entender otro camino. Ahora, habrá mucho más para explicar. Sin plata.

Andrés Borenstein es economista (UBA) y socio de Econviews; Gabriel Llorens es comunicador (USAL) y socio de Bond. Son autores de Puede Fallar, economía y comunicación en 40 años de democracia (Planeta, 2023)

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