Una fotografía de Silvina Luna se expuso en Brasil justo el día de su entierro (Gentileza Rosana Schoijett)
Una fotografía de Silvina Luna se expuso en Brasil justo el día de su entierro (Gentileza Rosana Schoijett)

A veces, las coincidencias inesperadas superan a la realidad. A veces, el arte es simplemente la respuesta a todo lo que no se conoce. En este caso, la muerte de Silvina Luna trajo sensaciones de dolor, de impotencia, de deseo de justicia. Frente a su larga lucha por superar sus problemas de salud como consecuencia de las intervenciones quirúrgicas que le practicó el médico Aníbal Lotocki en 2011, su vida se apagó el pasado 31 de agosto por una insuficiencia renal terminal e irreversible.

Después de varios días en los que su cuerpo descansó en la morgue judicial a la espera de la autopsia pedida por su abogado Fernando Burlando, finalmente sus restos fueron enterrados en el Panteón de Actores del Cementerio de la Chacarita el miércoles 6 de septiembre. En ese momento, en San Pablo, en Brasil se presentaba una Muestra de Arte en la que una de las fotografías exhibidas tenían a Silvina como protagonista.

Se trató de una serie de imágenes que había tomado la fotógrafa Rosana Schoijett en el 2005 en Mar del Plata para la revista H, de Editorial Perfil. Silvina se encontraba haciendo temporada teatral en La Feliz, tras su incipiente popularidad después de haber participado de la segunda edición de Gran Hermano, a fines de 2001 donde fue subcampeona. Tenía 25 años, sus sueños se estaban haciendo realidad y el público la adoraba por su carácter simple y sincero. Con el tiempo, no perdió nada de eso. Faltaban seis años para que pasara por el quirófano de Lotocki y empezara su calvario de dolor y muerte.

En esa ocasión, un día soleado al lado del mar, la modelo había hecho una producción en la playa como tantas otras. Y entre una toma y otra, la fotógrafa le pidió posar junto a ella. En bikini, con el cabello caoba suelto y ondulado apoyado sobre la arena, se acostó junto a Rosana, que le pidió permanecer con los ojos cerrados para evitar los intensos rayos que les harían entrecerrarlos, hasta el momento de la toma. Para eso la fotógrafa le solicitó a Julio Romero, quien estaba asistiéndola en la producción, que dispare el obturador de su cámara en el momento justo que ella lo indicara. Y así lo hizo.

La obra de la que forma parte Silvina Luna está exhibida en una exposición de arte en Brasil (Gentileza Rosana Schoijett)
La obra de la que forma parte Silvina Luna está exhibida en una exposición de arte en Brasil (Gentileza Rosana Schoijett)

La obra, que se llama Autorretrato con Silvina Luna, forma parte de una serie de fotografías de Schoijett junto a varias celebridades que le tocaba retratar para publicaciones del grupo Perfil, en donde trabajaba en ese momento. En épocas en las que las selfies no existían, la posibilidad de autofotografiarse era todo un arte. En San Pablo la muestra en donde está exhibida se llama Un lento venir viniendo, donde se exponen también obras de la colección Oxenford en el Instituto Tomie Ohtake de esa ciudad.

En diálogo con Teleshow, Schoijett contó en detalle cómo fue aquel momento con la modelo. “Trabajé muchos años como fotógrafa de la Editorial Perfil. En un mismo día podíamos pasar de una sesión fotográfica en un hotel de lujo a un caso policial en una villa. Necesitaba hacer algo con ese contraste cotidiano y la cantidad de personalidades con las que interactuaba a diario. En algún momento decidí imitar a quienes se sacan fotos con los famosos que van a su restaurant y así empezó esta serie. Al finalizar cada sesión, le pedía a quien estuviera cerca que me sacara varias fotos junto al entrevistado, respetando el encuadre que le indicaba. Para la producción con Silvina me acompañó Julio Romero, un colega al que le pedí que nos fotografiara en el mismo lugar donde previamente la había retratado a ella. Hizo esta prueba para que yo confirmara el encuadre, por eso estamos con los ojos cerrados, para evitar la resolana. Luego hicimos “las buenas”, las dos mirando a cámara, pero esta fue la que me interesó, ambas descansando por un rato de nuestros trabajos, soñando con algo quizás”, reflexionó.

Si bien la fotógrafa no volvió a ver a Silvina después de aquel día de trabajo, la recuerda “como una persona muy cálida y agradable”. “Para esa época, en paralelo al trabajo editorial participaba de la beca Kuitca. Allí empecé a compartir estas imágenes y de las devoluciones que recibía se fue conformando la serie Kiosco”.

Con esta fotografía Silvina Luna logró traspasar su imagen pública para formar parte de un lugar alternativo del arte contemporáneo. La foto se expuso en el Malba en la muestra Vida Real en el año 2005, apenas unos meses después en que fue realizada. Y también fue tapa de la revista de crítica cultural Otra parte, en 2008. “Cuando la revista Otra parte publicó esta serie sentí que ese era el mejor lugar para estas fotos. Habían nacido en una revista y ahora volvían a otra, pero por el tipo de publicación que era sentía que me restauraba un poco de toda la parte alienante que tienen los medios de comunicación masivo”, aseguró la artista.

Para finalizar, Schoijett reflexionó sobre esta coincidencia en la que justo se exhibió la fotografía de Silvina el día de la despedida de sus restos mortales. “Cuando subí esta foto a mis redes, Cristian Peyón dejó este comentario: “El estereotipo te asesina”. Como fotógrafa siempre tengo conflictos al tomar decisiones sobre cómo retratar a alguien. La cantidad de decisiones conscientes o inconscientes que tomamos sobre el tipo de pose o iluminación favorecedora, si hay que disimular rasgos o sobrepeso, más las modificaciones que vienen luego con el retoque. Todas esas operaciones quirúrgicas que realizamos con nuestras imágenes, eso que hacemos casi sin cuestionar, contribuye a reforzar un estereotipo que hay que deconstruir, con urgencia, para que no haya más víctimas queriendo alcanzar una imagen que destruye”, analizó.

Hace solo unos días la casualidad – o causalidad, nunca se sabe – hicieron que coincidieran en paralelo la despedida tras la muerte de la querida Silvina y una fotografía suya que la volvería de algún modo inmortal, con su sonrisa, su gesto fresco, ese instante de su vida en el que había encontrado la paz.

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